Edward Hopper, Nyack, 1882-Nueva York, 1967
El pintor estadounidense Edward Hopper fue uno de los principales representantes del realismo del siglo XX. A pesar de que durante gran parte de su vida su obra pictórica no recibió la atención de la crítica ni del público y se vio obligado a trabajar como ilustrador para subsistir, en la actualidad sus obras se han convertido en iconos de la vida y la sociedad moderna.
Nacido en Nyack, una pequeña ciudad a orillas del río Hudson en una familia culta y burguesa, Hopper entra en 1900 en la New York School of Art. En ese instituto coincidirá con otros futuros protagonistas del arte estadounidense de principios de los años cincuenta: Guy Pène du Bois, Rockwell Kent, Eugene Speicher y George Bellows.
Sin embargo los contactos que resultarán fundamentales para su formación y para su desarrollo como pintor serán tres de los profesores de la escuela: William Merrit Chase, que le animó a estudiar y a copiar lo que veía en los museos; Kenneth H. Miller, que le educó en el gusto por una pintura nítida y limpia, organizada en una composición espacial ordenada; Robert Henri, que contribuyó a liberar el arte de la época del peso de las normas académicas, ofreciendo de ese modo un ejemplo activo al joven Hopper.
Tras conseguir su título, Hopper obtuvo su primer trabajo como ilustrador publicitario en la C. Phillips & Company.
En 1906 viaja a Europa por primera vez, visitando París, en donde experimentará con un lenguaje formal cercano al de los impresionistas, y siguiendo su viaje en 1907 fue a Londres, Berlín y Bruselas. El estilo personal e inconfundible de Hopper, formado por elecciones expresivas precisas, emerge y se forma en 1909, cuando decide regresar a París durante seis meses, pintando en Saint-Gemain y Fontainebleau. Su pintura se caracteriza por un peculiar y rebuscado juego entre las luces y las sombras, por la descripción de los interiores, que aprende con Degas y que perfecciona en su tercer y último viaje al extranjero, a París y a España, en 1910 y por el tema central de la soledad.
Mientras en Europa se consolidaban el fauvismo, el cubismo y el arte abstracto, Hopper se siente más atraído por Manet, Pissarro, Monet, Sisley, Courbet, Daumier, Toulouse-Lautrec y por un pintor español anterior a todos los mencionados: Goya
Desde 1910 residió de forma permanente en Nueva York, en su casa de Washington Square, que sólo abandonaba durante sus estancias veraniegas en Nueva Inglaterra, desde 1930 siempre en Cape Cod, donde se construyó una casa. En 1924 se casó con Jo Nivinson, quien no sólo posó para él en numerosas ocasiones, sino que además elaboró durante toda su vida un detallado registro de su obra. Su producción artística es relativamente escasa, ya que fue un pintor de ejecución lenta y pausada. En un primer momento se relacionó con la denominada American Scene, un grupo heterogéneo de artistas que compartían un mismo interés por los temas propios de América, pero pronto Hopper desarrolló su personal estilo pictórico.
Entre 1915 y 1923 abandona temporalmente la pintura, dedicándose a nuevas formas expresivas como el grabado, usando la punta seca y el aguafuerte, con los que obtendrá numerosos premios y reconocimientos, incluso alguno de la prestigiosa National Academy.
Su carácter taciturno y sus formas austeras, tuvieron un fuerte reflejo en su obra, que se caracteriza en su conjunto por la simplificada representación de la realidad y por la perfecta captación de la soledad del hombre contemporáneo. A través de su pintura nos acercamos a la América de la Gran Depresión, que para él simbolizaba la crisis de la vida moderna
El tratamiento cinematográfico de las escenas y el personal empleo de la luz son los principales elementos diferenciadores de su pintura. Aunque pintó algunos paisajes y escenas al aire libre, la mayoría de sus temas pictóricos representan lugares públicos, como bares, moteles, hoteles, estaciones, trenes, todos ellos prácticamente vacíos para subrayar la soledad del personaje representado. Por otra parte, Hopper acentúa el efecto dramático a través de los fuertes contrastes de luces y sombras.
"En la obra de Hopper se deja entrever una profunda soledad, las inclinaciones tanáticas que yacen debajo del optimismo americano; la decrepitud del capitalismo tardío, el pesimismo postmoderno ha decretado la muerte de toda tentación de cambio social, de la idea misma de progreso Hopper es un lúcido testigo de la gran Depresión, el primer pintor americano en retratarla".
El éxito conseguido con una exposición de acuarelas (1923) y otra de lienzos (1924) hacen de Hopper el autor de referencia de los realistas que pintaban escenas estadounidenses.
Su evocadora vocación artística evoluciona hacia un fuerte realismo, que resulta ser la síntesis de la visión figurativa unida al sentimiento poético que Hopper percibe en sus objetos.
Imágenes urbanas o rurales, inmersas en el silencio, en un espacio real y metafísico a la vez, que comunica al espectador un sentimiento de alejamiento del tema y del ambiente en el que está inmerso bastante fuerte. Hopper consigue esto por medio de una esmerada composición geométrica del lienzo, por un sofisticado juego de luces, frías, cortantes e intencionadamente "artificiales", y por una extraordinaria síntesis de los detalles. La escena aparece casi siempre desierta; en sus cuadros casi nunca encontramos más de una figura humana, y cuando hay más de uno lo que destaca es la alienación de los temas y la imposibilidad de comunicación resultante, que agudiza la soledad. Algunos ejemplos de este tipo de obras son "Nighthawks" (1942) o "Despacho en una ciudad pequeña" (1953).
En 1933 el Museo de Arte Moderno de Nueva York le consagró la primera retrospectiva, y el Whitney Museum la segunda, en 1950.
Hopper, pintor de la modernidad
Bajo la apariencia realista de sus obras, se descubre ese universo subterráneo que trasciende la mera experiencia, una especie de surrealismo sutil, delicado, que, en palabras de uno de sus críticos, no son reproducciones de lo visible sino formas de lo liberado. Obras que conducen a la ruptura de la realidad convirtiendo esas telas en verdaderas metáforas del silencio.
En lo que podríamos llamar “cuadros tardíos”, Hopper repite ese distanciamiento tan propio de toda su obra, la ausencia de salidas. Escenas casi claustrofóbicas a pesar del aire libre, relevante en sus representaciones de carreteras y ferrocarriles pero también, y sobre todo, en enigmáticos “paisajes” de espacios vacíos, paredes con apariencia de cielos y puertas que se abren arrojando al espectador directamente al un mar y un cielo uniformes e inquietantes, atenuados por la luz solar, o, aridez y cielos magistralmente representados como un arcano más, en las representaciones de elegantes grupos mirando al vacío en el regocijo de un aislamiento que les permite ser ellos sin más cortapisas que un sol helado de invierno.
Decir Hopper significa minimalismo para una expresividad máxima. Soledades. Encuentros y desencuentros. La luz como carcelera de un clima, el ser humano enjaulado. Significa paisajes e interiores únicos e irrepetibles, erotismo contenido, crítica social que, por venir de un conservador ensimismado y otoñal, pero siempre “wasp” adquiere un especial significado y una fuerza subterránea que irá aflorando a medida que la sociedad que tan bien representara en sus cuadros, adquiera conciencia de sus errores. Decir Hopper es referirse al más grande y representativo pintor norteamericano.
https://vimeo.com/44199754
Enlaces
http://es.wikipedia.org/wiki/Edward_Hopper
http://www.wikipaintings.org/en/edward-hopper
http://www.nga.gov/exhibitions/2007/hopper/index.shtm
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