Harry Callahan, Detroit, Míchigan, (1912-1999)
Nació en Detroit, Míchigan y comenzó a fotografiar en 1938 de manera autodidacta. Sobre 1946, recibió el apoyo de László Moholy-Nagy para enseñar fotografía en el Instituto de diseño de Chicago. Callahan se retiró en 1977, cuando daba clases en la escuela de diseño de Rhode Island.
Su hija Bárbara nació en 1950. Incluso antes de su nacimiento ya aparecía en las fotografías del embarazo de Eleanor, esposa del fotógrafo. Entre 1948 y 1953 Eleanor (y a veces Bárbara) aparecían en las fotos de paisajes como contrapunto a las grandes extensiones de los parques, línea del cielo o el mar.
Su repertorio temático, bien se trate de paisajes naturales, paisajes urbanos y retratos, incluso los que están hechos con una técnica más experimental, caso de las exposiciones dobles y múltiples, de las fotografías con extremos contrastes, desenfocadas o realizadas con la cámara en movimiento, transmiten siempre un ferviente amor por la vida y un profundo respeto por el objeto fotografiado, inigualables cuando su atención se centra en el cuerpo y en el rostro de su esposa Eleanor, imágenes de extraordinaria belleza, unas veces perturbadoras y casi oníricas, con indudables resonancias simbólicas o conscientemente inspiradas en los grandes maestros de la pintura, otras veces de una sencillez y armonía compositiva, de una elegancia formal y tan serenos rasgos faciales que se erigen en arquetipos estéticos y morales de la mujer.
Tampoco se le escapó a Callahan capturar el pálpito vital y el ajetreo de la gran ciudad, con ese desfile de autómatas, de rostros anónimos, ensimismados, fiel siempre a aquella máxima estética de que menos es más, de que la belleza se alcanza a través de la sustracción. Callahan no dejó apenas obra escrita (diarios, cartas, libros de notas o notas de clase). Su método de trabajo consistía en salir casi cada mañana, pasear por la ciudad en la que vivía y tomar multitud de fotografías. Después dedicaba cada tarde a sacar pruebas impresas de los mejores negativos que había realizado durante el día. De toda esta actividad fotográfica, el propio Callahan estimaba no haber producido más de media docena de imágenes definitivas al año.
Tomó fotografías de su esposa Eleanor, y de su hija Bárbara así como de las calles, las escenas y los edificios de las ciudades donde vivió, mostrando un fuerte sentido de la línea y la forma, de la luz y la oscuridad. Trabajó con exposiciones múltiples y otras técnicas como dobles y triples exposiciones, desenfoques y película de pequeño o gran formato. El trabajo de Callahan fue una respuesta muy personal a su propia vida: Era muy conocido por animar a sus estudiantes a convertir sus cámaras en sus vidas, y él mismo daba ejemplo con su vida. Callahan fotografió a su esposa, como tema principal, durante un período de quince años. Eleanor fue esencial para su creación artística desde 1947 hasta 1960.
La fotografió en todas partes: En el hogar, en las calles de la ciudad, en paisajes, sola o con su hija, en color o blanco y negro, en desnudos...
Murió en Atlanta en 1999 dejando alrededor de 100.000 negativos y más de 10.000 pruebas de impresión. El Centro de Fotografía Creativa de la Universidad de Arizona, que de manera activa colecciona, preserva y pone a disposición de los ciudadanos la obra de fotógrafos norteamericanos del Siglo XX, conserva su archivo fotográfico.
“Creo que un artista quiere alcanzar continuamente el borde de la nada el punto donde ya no se puede ir más lejos”
“El misterio no está en la técnica, está en cada uno de nosotros”
A lo largo de su dilatada carrera, Harry Callahan trabó amistad y conoció la obra de destacados artistas, como por ejemplo Stieglitz, Aaron Siskind, Moholy-Nagy, Mies van der Rohe y Stuart Davis, y si bien hay que reconocer que en algunos casos y en determinadas circunstancias influyeron en su trabajo, supuso para él una enriquecedora experiencia y un aprendizaje permanente, permitiéndole entrar en contacto con la vanguardia artística de su país y también de Europa, ninguna experiencia resulta comparable al efecto catártico y liberador de aquel primer y decisivo encuentro con la obra de Ansel Adams, en el fondo un descubrimiento deslumbrante de la naturaleza y una advertencia en el sentido de que hiciese lo que hiciese debía efectuarlo sin traicionarse nunca a sí mismo, razón principal por la que sus fotografías ofrecen esa rara coherencia e incluso esa dimensión ética que las convierte en realizaciones clásicas del espíritu.
“Creo que he tomado cerca de 40.000 negativos y tengo aproximadamente 800 imágenes que me gustan”.
Viajes
Color
Enlaces
http://es.wikipedia.org/wiki/Harry_Callahan_(fot%C3%B3grafo)
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